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La fractura por estrés: síntomas, diagnóstico y tratamiento

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Marta Miñana Barrios
Consultas de Traumatología
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Néstor Gran Ubeira
Consultas de Traumatología
14 Abr 2023
4 Min
Salud Deportiva

La sobrecarga o fractura por estrés es una de las una de las dolencias más frecuentes en el ámbito deportivo, suponiendo aproximadamente un 20% de las lesiones. Difíciles de detectar, se confunden a veces con otras patologías, ya que el dolor no es intenso y repentino a diferencia de las fracturas de hueso más comunes.

En este artículo abordaremos en qué consisten las fracturas por estrés, cuáles son sus principales causas, cómo detectarlas y los tratamientos más habituales. No obstante, será siempre un especialista médico el que diagnosticará y tratará estas lesiones.

¿Qué es una fractura por estrés?

El término fractura por estrés hace referencia a una lesión ósea que se origina después de que el hueso reciba pequeños traumatismos de manera continua o por haber soportado una excesiva carga durante un tiempo.

Aunque se les llame fracturas, realmente, estas lesiones coinciden más con la definición de fisura, ya que se producen en la corteza de los huesos.

Fracturas por estrés más comunes

Las fracturas por estrés son habituales en personas que someten su cuerpo a situaciones de ejercicio intenso: trabajos pesados, largas caminatas y marchas o un exigente entrenamiento son algunos de los motivos que llevan a esta lesión, que afectan principalmente a las extremidades inferiores. No obstante, cualquier hueso del cuerpo es susceptible de sufrir una fractura por estrés.

De esta forma, las fracturas por estrés en el pie, como la del segundo y el quinto metatarsiano, del astrágalo o del calcáneo, son algunas de las más frecuentes.

Causas y factores de riesgo de la fractura por sobrecarga

El aumento de la carga de trabajo que debe aguantar el hueso en un periodo corto es una de las causas más comunes de las fracturas por estrés. Lo es porque los huesos se pueden adaptar al incremento de cargas gracias al proceso de remodelación, que reabsorbe el tejido óseo y lo forma de nuevo, pero si este aumento es demasiado brusco, no permitirá la sustitución celular de una manera adecuada.

Factores como trastornos menstruales y hormonales, pies planos, atrofia muscular, una densidad ósea insuficiente, una mala condición física o tener una pierna más corta que la otra aumentan el riesgo de padecer esta lesión.

Practicar deporte en terrenos irregulares, que esta actividad conlleve ejercicios de alto impacto, falta de calcio y vitamina D, el tabaquismo, un entrenamiento mal planteado, así como una dieta inadecuada y usar un calzado deportivo que no cumpla con las condiciones necesarias también son factores asociados a la fractura por estrés.

Síntomas y diagnóstico de la fractura por estrés

La manifestación del dolor de la fractura por estrés no es brusca, sino que, en sus inicios, suele aparecer de manera tímida cuando el área afectada se usa. Sin embargo, el dolor, si no se pone remedio ni se detienen las actividades que lo incentivan, podrá aumentar progresivamente hasta que se llegue a sentir en reposo y de forma intensa. Otro síntoma de estas fisuras es la hinchazón en la zona afectada y, en ocasiones, su enrojecimiento.

Debido a esa progresiva aparición del dolor y que este, al principio, desaparece cuando cesa la actividad física, se trata de una lesión que, a veces, resulta difícil de detectar y que se confunde con otras dolencias. Por ello, es fundamental acudir a un especialista para que detecte de manera precisa el problema.

Tratamiento de la fractura por estrés

El reposo por varias semanas, de cuatro a ocho, es la medida más común en este tipo de dolencias. Con ello se busca que el hueso pueda regenerarse convenientemente. Si afecta a las extremidades inferiores, también puede estar sobre la mesa, dependiendo del grado de la lesión, el uso de muletas y de calzado especial.

La toma de analgésicos y antiinflamatorios y la inmovilización de la zona afectada son otras de las posibilidades que barajará el especialista, dependiendo del caso.

El tratamiento quirúrgico será la última opción que adopte el profesional médico, en los casos que han podido surgir complicaciones como la imposibilidad de sanación del hueso por sí mismo, un callo mal formado o que la cicatrización del hueso se haya deteriorado pasado un tiempo, entre otras.

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